jueves, 13 de marzo de 2025

El rey del reiki

Esta historia empieza en un día de trabajo, en turno de mañana, en uno de esos días en los que no hay especial afluencia de clientes, un día aleatorio en el que, sin llegar a contemplar la posibilidad de que ocurriera, te cruzas en tu camino con alguien que no te deja indiferente.

Allí estaba yo, dentro de mi rutina, con mis labores, bronceando mi rostro con la luz artificial mientras revisaba la mercancía del lineal cuando recibí la señal de un ente, una energía, una luz, una voz que decía: -Disculpa, ¿trabajas aquí?- 

Sabias palabras para asegurarse de que mi vestimenta, que era la misma que la de las 50 personas que trabajaban en el mismo lugar, y mi chapa identificativa con mi nombre y apellidos no eran algún tipo de señuelo para generar confusión al resto de seres que se encontraban allí.

Ahí estaba el, delgado, aproximadamente de mi misma estatura, casi sin pelo, con barba canosa de 3 días y con un ojo vago. Me miraba fijamente... o igual no, la verdad es que yo no sabía bien a qué ojo mirarle.

Hasta aquí todo era normal: cliente que busca un producto y tu, haciendo tu trabajo, le asesoras: -Busco una grabadora de audio-. Podría ser así de fácil, pero no... -Es que doy clases para canalizar la energía, para estar en línea con el universo, para que podamos alinearnos con el planeta-. Intentando tener una reacción objetiva, yo asentía con la cabeza intentando parecer interesado en su secta de meter los dedos en el enchufe y, probablemente, ahí fue cuanto la otra parte se vino arriba y mientras hablaba conmigo me agarró del brazo con una mano mientras con la otra pasaba la mano por mi antebrazo diciéndome que irradiaba energía. A los pocos segundos paró y me dijo que volvería para comprar el producto que, evidentemente, no llegó a adquirir nunca. Todo quedó en una extraña anécdota.

Tuve una compañera de piso que estaba muy puesta en ese tema, el reiki, el chikung, los mudras... incluso asistía a congresos y eventos o retiros espirituales en los que no se realmente que hacían pero venía muy ilusionada. Los que estábamos a su alrededor temíamos que estuviese metida en algún tipo de secta pero éramos consciente de que no tenía maldad alguna y pudimos sentarnos con ella para comprobar que no estaba perdiéndose en campos peligrosos. 

Incluso apareció un día por casa con una amiga que se hacía llamar Abhá y que se definía como una chamana (porque lo de chavala le pillaba en un rango de edad un poco elevado). Fumaba como un carretero pero se dedicaba a decirme que la televisión era nociva porque la vida es continua y la imagen es discontinua (si, era la versión femenina de Ghandi... a la que podríamos llamar Gandía). 

Recuerdo un día que se celebraba el día mundial del agua y nos "invitó" a que proyectásemos nuestras energías y nuestros sonidos a los focos de agua que tuviésemos cerca para que la energía de la música se unificara por todo el mundo mediante el disolvente universal que es el agua. ¿Pretendía quizás que me pusiese a tocar la flauta metiéndola en el váter?

El tiempo pasó y, posiblemente debido a una espiral energética del universo (NO), volví a cruzarme con el ente del que hablaba al principio, que actuaba como si no nos hubiésemos visto nunca. ¿Cómo iba a olvidar ese ojo vago? Casualidades de la vida, resultó ser el hermano mayor de mi compañera de piso... todo empezaba a cuadrar. 

Y empezó la lección, que se basaba en ir comprobando la energía de todo aquél o aquella que tenía cerca pasando la manos por las espaldas, brazos o piernas de quien podía. Al principio todo era alegría, todo eran caras curiosas... hasta que empezó a parecer que el fundamento de comprobar la energía del prójimo se basaba en sobar al personal, por lo que el semblante de los presentes iba cambiando hasta el nivel de invitarle a irse. 

Y comenzó el debate sobre si estaba justificado un comportamiento poco convencional con la excusa de ser "un sanador". 

Sin atreverme a concretar de qué, no dudo en que era el rey...

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