La experiencia laboral te da ventajas a la hora de buscar un trabajo. Eso es indudable, pero ¿qué ocurre cuando no lo estás buscando por tener la suerte de tenerlo?
Mi primera experiencia laboral fue en una heladería y mi jefe se empeñaba en volverme loco y no tenerme un solo segundo quieto. Y es cierto que siempre hay algo que hacer, ya sea en el trabajo como en casa. Este grado de actividad me sirvió para poder salir adelante en los momentos de mayor tensión, porque esa heladería se convertía en algo así como la película "cocktail"... cambiando las tias buenas por abueletes deshidratados. Y aquí es donde entra en lugar el poder de la experiencia, cuando el típico cliente indeciso no sabía que sabor vendría mejor a su paladar y allí estaba yo esperando una respuesta que no existía. Mi jefe se acercó y me dijo: -Vainilla o chocolate, sin mas, pon eso- Me quedé pensando en lo seguro que estaba el de lo que el cliente quería sin haberlo visto pero aún así me hizo un gesto de asentimiento. Le hice caso ¿cómo no hacerlo si es una orden de un jefe?. La respuesta del anciano fue de completa satisfacción, es mas, me dijo que era el mejor helado que se había comido en mucho tiempo.
Despues de ese momento me di cuenta de que el cliente puede saber lo que quiere y puede tener siempre la razón pero puedes hacer que se lleve lo que tu quieres (a cambio de que no se lleve nada también).
Pero digamos que hay una serie de antagonistas del vendedor que no tienen logica a la que atender, no hay un método de evasión posible o no dan opción a escucha sensata. Para estos mismos la via de escape mas sensata es la de vincularla a otra persona, aunque siempre se puede usar la simulación de evento, es decir, hacer como que te llaman por teléfono mientras te llevas un paquete de pañuelos a la oreja.
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